martes, 16 de octubre de 2018

Capítulo 1: Misterioso chico.


¿Cómo se vive? ¿Existe algún manual que nos de la indicación paso a paso cómo se debe vivir? La sociedad nos enseña que está bien y que esta mal, a su criterio claro, con el tiempo desarrollamos nuestro punto de vista sobre cómo llevar la carrera de vivir día con día, pero por más bien que podamos vivir, ninguna vida parece ser la correcta, la que tenga el honor de llegar a ser el modelo de vida ideal.
La vida puede llegar a vivirse de diferentes maneras quizás, muchos gastan años, dinero y malas relaciones en busca del amor de sus vidas, otros invierten tiempo, trasnochadas y lágrimas en lograr sus sueños. La mayoría solo siguen la corriente de este mundo, nacer, crecer, trabajar y morir. Todo eso sin un propósito en especial por el cual vivir, sin sueños codiciosos o grandes metas, todo gracias al miedo a fracasar, esa filosofía extraña que te dice “antes de intentarlo y fracasar mejor no lo hagas y ahórrate el sufrimiento.” Sí claro, como si de igual forma no se fuera a sufrir.
El frío gobernaba en el pequeño departamento, simplemente no valía encender la calefacción, no la necesitaría más, la oscuridad se apoderaba del lugar sin embargo solo necesitaba la tenue luz del baño para pasear una última vez por mi “hogar”, no es que lo fuera a extrañar, aprendí desde pequeña a no encariñarme con las cosas, solo quería asegurarme de que todo quedara en su lugar, no quería que la señora Marta encontrara el lugar sucio, bueno, tampoco se iba a encontrar algo muy agradable. Es una vecina agradable y siempre viene a visitarme los lunes en la noche; es una lástima que tan buena señora sea despreciada por sus hijos y la tengan viviendo sola, para estas fechas ni tan siquiera la han visitado y aunque ella no se queja en su rostro se nota la tristeza. Si mi madre estuviera con vida jamás cometería tal estupidez de alejarla de mí, sabrá Dios cuantas veces llore su ausencia.
Caminé hacia el baño y me detuve por varios minutos frente al espejo sin mirar realmente lo que había en frente, mi demacrado rostro. Mi mente vagaba en el pasado, recuerdo por recuerdo, desde mi niñez hasta ahora, como si inconscientemente mi cerebro tratara de encontrar una buena razón para quedarme más tiempo, lo único que logro fue que me precipitara a realizar lo planeado.
Me dejé caer sobre el piso de la pequeña habitación cerca de la bañera, respire profundo y me dije a mi misma que era lo mejor, sin embargo, había algo, como si una pequeña duda se aferrara a mi corazón y quisiera impedir mi siguiente acto, aun así, no funciono y continúe. Corté mi muñeca derecha y dejé la navaja a un lado, la cerámica estaba fría, pero eso no importaba, estaba a un paso de dejar atrás todo lo que me lastimaba. Mis parpados pesados se cerraron poco a poco y me dejé llevar hasta no recordar más nada en aquella fría noche de diciembre.
Lentamente una pequeña entraba a aquel lugar que se encontraba desolado, esa noche la lluvia no perdonaba y mojaba todo a su paso, su ropa estaba empapada, temblaba más por miedo que por frio y aunque se ahogaba entre sus propias lagrimas nada podía detener su impotencia, la rabia que nació de una injusticia.
—¿Por qué? —reclamo la niña estando frente al altar.
Como respuesta solo se escuchó el eco de su interrogante, no había una persona para que respondiera su pregunta, menos para que consolara su gran dolor.
Desperté, me encontraba perdida en el tiempo, no sabía en donde me encontraba ni recordaba nada en ese momento, sentí como mi cuerpo reaccionaba a la cálida sabana sobre la cual me encontraba, note mi dificulta al querer abrir los ojos, al primer intento logre ver luz, pudiendo así identificar el lugar sin embargo alguien las apago probablemente al notar que me costaba adaptar mi visión, pero al abrir completamente mis ojos confirme que estaba en mi cuarto, sobre mi cama. Las luces de los postes de electricidad de la calle se filtraban por las azules cortinas de la ventana. Por un corto lapso de tiempo miré el techo mientras los recuerdos de antes de quedar inconsciente llegaron a mí, me preguntaba ¿por qué no había muerto? ¿Cómo llegue al cuarto? Si mi último recuerdo fue ver como la sangre se derramaba lentamente sobre la blanca cerámica del baño.
—Al fin despierta, ya la hacía muerta —dijo una voz masculina dentro de mi habitación.
Escuchar esa voz me alertó de sobre manera, pues estuve tan absorta cuestionando mi situación que incluso había olvidado que alguien había apagado las luces, la típica aceleración del corazón en medio de una situación angustiosa se lograba sentir por todo mi cuerpo, al mirar por toda la habitación logré divisar de quien se trataba, ahí estaba él, sentado sobre mi escritorio, la imagen no era clara, solo sabía que se trataba de un chico por su voz y figura.
—¿Qué? —fue lo único que atine a decir en ese instante debido al nerviosismo, sin embargo, para él fue como si le hubiera hecho la pregunta correctamente.
—Has estado inconsciente durante 10 horas, pronto amanecerá, gracias al Todo Poderoso no perdió mucha sangre.
—¿Qué haces? —pregunté, con el tono más calmado que podía fingir en ese momento, al notar que su figura no se movió en ningún momento después de hablar tan extraño.
—Mirar lo patético que es tu vida al querer huir de ella —explicó con indiferencia mientras movía la cortina a un lado para mirar a través de la ventana
En ese instante ganas no me faltaron para decir unas cuantas cosas, pero no podía hacerme la valiente, estaba asustada y esa era una verdad que no podía ocultar, temía decir algo que lo hiciera avanzar hacia mí y que me lastimara. Dirán ustedes “que ironía”, les doy toda la razón, hace unas horas desee morir, aunque en ningún momento desee que alguien me lastimara físicamente, ¿es que acaso ya uno no puede suicidarse en paz?
Los minutos pasaban y eran tortuosos, él no hacía por donde hablar ni moverse, por un momento logro que dudara de mis capacidades mentales, ¿y si estaba imaginando todo? ¿y si ya había muerto y esta era la paga por mi pecado de quitar mi propia vida? No, jamás, esta situación extraña es pan comido al lado de la condena del fuego eterno.
—¡Lárgate! —grite ya casada de esa situación y sí, también por el tonto, pero acertado comentario que dolió como una punzada en la boca del estómago. No supe de donde había tomado valor o si mi impaciencia me hizo actuar en otro acto estúpido.
Nuevamente mi corazón se precipitó a palpitar como loco cuando él se bajó de mi escritorio con su fría mirada puesta en mí y camino hacia la puerta, simplemente la abrió, salió y cerro, sin mediar media palabra dejando aún más confundida. Mis pensamientos divagaron en mi perturbada mente hasta que el cansancio me obligo a dormir aun en contra de mi voluntad, pues temía que el volviera.

Nuevamente abrí los ojos, desorientada nuevamente también, de manera inmediata los recuerdos de hace unas otras llegaron a mi mente como baldes de agua fría y rápidamente intente levantarme de la cama, parecía ser medio día ya, camine atontadamente hasta la sala del departamento y busque las cosas de más valor, todo estaba en orden, conforme lo había dejado antes de mi plan.
Suavemente me dejé caer sobre el sofá, me mantuve unos minutos mirando hacia el piso tratando de acomodar mis pensamientos sobre lo ocurrido y su mirada salto entre mis recuerdos, ¿Quién era él? a pesar de la poca luz en la madrugada, pude observar parte de su rostro cuando se asomó por la cortina de la ventana, en mi vida había visto tal rostro, si no era un vecino, quizás era algún ladrón que al entrar al departamento y encontrarme muriendo en el baño prefirió hacerse el héroe al evitar mi muerte, pero aun así, ¿Por qué se fue sin exigir recompensa o llevarse algo?
De pronto un exquisito olor a comida inundo la habitación y por un instante me congele, ¿Quién rayos está cocinando?, lentamente camine hasta esa pequeña área y al asomarme con cuidado logre divisar de quien se trataba.
—¿Tío Saúl? —pronuncie más con alivio que con asombro, aun así, creo que mi voz lo sobresalto pues casi deja caer el plato sobre el cual estaba sirviendo.
—Oh querida sobrina, estaba por ir a llamarte, prepare tu plato favorito, debes comer algo, te has saltado el desayuno. — dijo apresuradamente mientras ponía el plato en la mesa.
En realidad, ese no era mi favorito, pero no tenía ganas ni de hablar, así que tome asiento más por agradecimiento que por gusto al único tío de mi familia que se ha preocupado un poco por mí en los últimos años.
—Pequeña debo irme, te visitaré luego con más tiempo, termina ese plato y queda más en el micro. Adiós
Así sin más se fue, era un hombre atento, pero poco cariñoso, en ocasiones creí que su atención era puro interés en mi dinero, sin embargo, nunca me ha pedido algo a cambio, quizás él ve en mi algo de papá. Mire el plato sobre la mesa y mi estómago rugió, quizás no era mi favorito, pero no se veía mal y no había comido nada desde la tarde del día anterior. Sin muchas ganas dirigí el primer intento de bocado a mi boca y digo intento porque de nuevo no estaba sola en el departamento.
—Yo que tu no comería eso —escuche su voz desde mi espalda.