domingo, 12 de enero de 2020

Capítulo 2: Acto 1


Un día nuevo había llegado, las personas corrían de un lado a otro para cumplir con sus deberes en este ajetreado mundo, en ocasiones me sentaba al lado de la ventana a mirar por ella, fuera todo era tan distinto a aquí dentro. Se podía ver la felicidad en las personas al caminar rápidamente por llegar a sus hogares, por hacer las compras de navidad o visitar a un ser querido, el pensamiento de que a la señora Marta nadie la visitará llego a mi cabeza, quizás yo debería, no, idea descartada. Debo dejar de encariñarme con ella, tiene apenas dos meses de vivir en el edificio, pero es demasiada alegre, no sé cómo hace para ser feliz.
La navidad cambia el ánimo de muchas personas e incluso su forma de ser o eso dicen, no he celebrado navidad en todos estos años ni pienso hacerlo ahora, nada de regalos ¿A quién se los compraría? ¿A mi tío? ni operada de la jupa, a pesar de estar atento con mi bienestar nunca fue cariñoso ni brindo el calor familiar, en ocasiones sin querer llegue a sentir miedo cuando estaba a solas a su lado quizás por eso accedió a que viviera sola aun cuando no era mayor de edad.
Es ahí junto a la ventana donde ese chico vuelve a saltar en mis pensamientos después de lo sucedido hace una semana y sí, ha pasado una semana desde mi fallido intento de morir y librarme de esta dolorosa vida, de este sentimiento de vacío y desesperación. Ese día estaba tan segura de querer morir y ansiaba ese momento tanto que no soportaba ni respirar, quería desaparecer, acabar con todo esto, pero ahora por alguna extraña razón ya no sentía el deseo de morir. No es que ahora vea todo color rosa y la vida maravillosa, claro que mi vida no mejora; seguía sintiéndome sola, vacía, sin sentido de existir e innecesaria en este loco y desenfrenado mundo, pero ahora sólo no quería morir.
Y volviendo al tema, la fría mirada de aquel chico misterioso saltaba siempre a mi mente varias veces al día, quería saber de quién se trataba él, algunas noches no dormía con la esperanza de que por alguna extraña razón él volviera e incluso dejaba las ventanas sin seguro creyendo que quizás así entraría fácilmente; aún que era una idea absurda pues me encontraba en el séptimo piso, él no era James Bond. Aun así, fuera la hora que fuera miraba la ventana de mi cuarto todas las noches hasta conciliar un poco el sueño, esperándolo una vez más y dirán ustedes "que loca, ¿cómo se le ocurre?" bueno, hace una semana después de que mi tío se fuera, él, ese chico apareció en mi cocina y descubrí que no le temo, por lo contrario, me causa extrema curiosidad.
Hace una semana
—Yo que tu no comería eso —escuche su voz desde mi espalda.
—¡Qué rayos! —exclame con susto mientras me levante escandalosamente con la cuchara en mano apuntando hacia él mientras pegaba mi espalda en el refrigerador.
—¿Qué, va usted a sacarme los ojos con una cuchara? —preguntó mientras daba pasos lentos hacia el frente.
—¡Vete! — ordene tirándole la cuchara.
Rápidamente la esquivo y busque algo más que pudiera usar como arma, él rodeó la mesa tratando de llegar a mí, lo cual me dio la oportunidad de estar más cerca a la puerta al yo igualmente rodear la mesa alejándome de él.
—No deberías ser agresiva cuando estas asustada —mencionó con una sonrisa de sorna en su rostro.
—¿y quién dijo que lo estoy? —respondí, sin embargo, fue como activar un clip en mi cabeza. No le temía a un extraño que entraba a mi departamento como un maldito psicópata y él lo había notado incluso antes que yo, peor aún me provocó y le confesé que no me asusta.
Nuevamente trató de acercarse sacándome de mis pensamientos, pero sin pensarlo tomé el plato de sopa y se lo tire dando en el blanco, lo cual me dio la oportunidad de correr a mi habitación y con mi celular llamar a los de seguridad del edificio, porque sí, en esta ocasión sí tenía la batería cargada. Inmediatamente avisé a seguridad que había un extraño en mi cocina que no parecía ser un vecino e incluso quiso agredirme, obviamente omití que era la segunda vez que estaba en mi departamento, que salvó mi vida y era yo quien le atacó con una peligrosa cuchara y una sopa caliente.
Los de seguridad no tardaron en llegar departamento los escuche detrás de la puerta hablando y revisando todo. Aunque no le temía a ese chico, no podía simplemente quedarme despreocupada mientras entraba como si nada al departamento, ni mucho menos invitarlo a que se quedara a tomar café, debía actuar como una persona cuerda.

 Después de varios minutos de espera tocaron a la puerta de mi cuarto.
—Señorita, somos los de seguridad del edificio, abra por favor, hemos revisado todo el departamento. —comentó el sujeto desde el otro lado de la puerta.
— ¿Lo atraparon? —pregunte acercándome a la puerta.
— Lo siento, pero no encontramos a nadie, los colegas están revisando todo el edificio. —dijo mientras yo abría la puerta de pronto.
— Exijo ver los vídeos de seguridad, ahí debe estar como es que logro entrar.
Después de varios minutos me llevaron a la sala de control, desde ahí se lograba ver todo lo que sucedía alrededor del edificio, sus pasillos, los ascensores, jardines y estacionamiento. Sin embargo, no había nada en las cámaras.
—Esto es imposible, ¿cómo es que no hay nada en las cámaras?
— Señorita lo sentimos, hemos tenido una falla, las cámaras dejaron de funcionar por media hora, incluso aún hay algunas que no funciona, los de mantenimiento han logrado hacer funcionar solo algunas y las otras deben ser reemplazadas.
— Es decir que tras de que no logran encontrar al tipo en todo el edificio, tampoco hay cámaras para averiguar quién es, excelente seguridad tenemos los que pagamos miles por vivir aquí. — menciona con sarcasmo caminando de un lado para el otro en el sitio bajo la mirada de varios del personal de seguridad.
— Señorita le pedimos que se tranquilice debemos llevarla algún hospital, ¿está herida? — preguntó el jefe mientras miraba la sangre seca que había en mi enagua con algo de preocupación.
¿Cómo lo había olvidado? No me había cambiado desde mi fallido intento, aún tenía la ropa del día anterior y como es que mi tío no lo había notado, es demasiada sangre.
— No sea incompetente, es pintura y esto no se quedará así escuchara mis quejas con la administración —dije sin más tratando de salir de esa situación pues me sentí incómoda cuando uno de los de seguridad noto la venda que había en mi muñeca.
— Señorita, le aseguramos que lo encontraremos solo hay dos ascensores en el edificio y nuestra reacción fue rápida, no pudo ir lejos.
— Eso espero, la reacción de ustedes fue rápida sí, aun así, no encontraron ningún extraño en el edificio y ya ha pasado una hora desde eso.
— Quizás saltó por la ventana —dijo uno de su equipo que parecía ser muy joven e inmediatamente recibió un golpe en su cabeza de su colega.
— No seas baboso, su departamento está en el séptimo piso —le explico inmediatamente su compañero.
— Espero que me den buenas noticias muy pronto — dije sin más y me retire.
Me dirigí a mi departamento para asearme y esperar noticias, sin embargo, no obtuve más que una disculpa, pues no encontraron nada, el resto de la semana transcurrió lentamente para mí y con una sensación extraña, incluso el tío no me visitó como acostumbra los viernes en la noche.
El timbre solo sacándome del recuerdo de la semana pasada, mire la hora en mi celular, eran las 5 p. m, hora en que Marta me visitaba normalmente. Con lentitud me levanté y fui a abrirle, tenía la esperanza de que se cansara de esperar y se fuera, pero esa señora es persistente, no sé qué la motiva.
—Hola Rosita, que bueno saber que ya estas mejor —saludo la anciana mientras pasaba al departamento y deposita un beso en mi mejilla.
—¿Cómo que mejor? —cuestione con duda, no creo que el chisme de que alguien haya entrado a mi departamento se expandió por todo el edificio. Ella simplemente suspiro y paso a la cocina con un recipiente que traía en sus manos, la mayoría de veces que venía acostumbraba traer algún postre para tomar con café mientras hablábamos.
—Mi niña, sé que intentas ocultar, no debe darte pena ni guardar silencio, pero quizás él no te lo dijo —respondió volviendo de la cocina y sentándose al frente de mí.
—Sea clara y específica por favor doña Marta —dije ya al borde de mi paciencia los rodeos me molestan.
—Como sabes los lunes te vengo a visitar después de terminar la célula en mi casa, después de que todos se fueron alguien toco la puerta con demasiada precisa, creí que alguien había olvidado un bolso o alguna Biblia, pero al abrir había un joven muy guapo frente a la puerta, era alto y tenía los ojos más azules que haya visto —comenzó a relatar doña Marta yéndose por las ramas nuevamente y yo al borde de mi paciencia.
—Doña Marta al grano por favor, ¿Qué tiene eso que ver conmigo? —pregunte algo molesta.
—Oh, cariño lo siento, ya sabes como soy, resulta que el joven simplemente me tomó del brazo diciendo que era necesario salvar una vida, en sus manos había sangre, por un momento creí que había un herido o algún percance dentro del edificio, pero —Marta me volvió a ver con temor como si no estuviera segura de lo iba a decir.
—¡Ya hablé! ahora me tiene muerta de la curiosidad —le dije un poco exaltada.
—Me trajo a tu departamento, estabas en el suelo, desangrándose, rápidamente evitamos que siguieras sangrando y evitamos un shock, quise llevarte al hospital, pero el joven se negó, dijo que si tu vida no corría riesgo era innecesario ya que eso traería grandes problemas con tu familia, luego me trajo lo necesario para que atendiera tu herida y te llevo a tu cuarto.
Me quedé sin palabras, incluso llegué a sentir que me faltaba el aire, no podía creer que ella supiera la verdad, no sé porque me dio vergüenza que supiera sobre mi fallido intento, pero lo peor es que ese tipo, ese joven del cual habla debe ser, no, estoy segura que es el mismo que estaba en mi cuarto al despertar, es el idiota en el cual no he dejado de pensar.
—Estas algo pálida mi niña, haré un poco de té —dijo con intento de ayudarme, pero la detuve del brazo.
—No, espere, ¿qué más pasó? —pregunte con curiosidad de saber que como ese tipo la busco exactamente a ella, una enfermera retirada, con los conocimientos necesarios para la situación.
—Bueno, después de revisar tus signos vimos que estabas estable, en realidad no habías sangrado mucho, la reacción de tu novio fue rápida, me dijo que se encargaría de cuidarte, pero que por favor no te acosara con mil preguntas del porque tomaste esta decisión y que te visitara hoy.
—¿Qué? Él no es mi novio —fue lo único que alcancé a decir y me levanté rápidamente del sofá y camine a la ventana.
—Una vez te conté que perdí a mi hermana —dijo ella mientras la escuchaba acercarse. —pero nunca te conté de qué murió.
Hay no, esto no olía bien y sentía que aquí venía un gran sermón sobre valorar la vida, echale ganas, eres joven y bla, bla, bla, simplemente continúe callada esperando que se fuera con mi silencio.
—El gran error de nuestros padres fue pensar que su primer intento fue un berrinche, incluso a ambas nos prohibieron salir con nuestros amigos, pero yo sabía que no era eso, no era un mal comportamiento, sabía que mi hermana estaba mal, pero ella no quería decirme, creía que nada se podía hacer — se hizo silencio por varios minutos.
No quería voltearme sabía que estaba llorando, mi debilidad es ver el sufrimiento de otros, me compadezco o incluso el dolor ajeno lo vuelvo mío.
—Entiendo que a pesar de estar rodeados de personas te puedes sentir sola, sin sentido, innecesaria, mal, como si algo faltara, sé que no soy más que una vecina que conociste hace nada, pero aquí estoy para ti, para cuando me necesitas. —menciono esto último y escuche la puerta cerrarse a mi espalda.
Di un suspiro al saber que se había ido, al menos en esta ocasión no se quedó a querer prepara la cena como siempre lo hace, fijé mi mirada hacia la calle y pensé en él, por un momento llegué a pensar que había imaginado a ese tipo, pero doña Marta lo había visto igual que yo y lo que dijo ella era cierto, era un chico muy guapo de piel pálida, ojos azules y cabello ondulado, pero eso no le quitaba lo acosador y psicópata.
—Eres cruel — escuche a mi espalda.
—Ay no —dije con susto al escuchar nuevamente esa voz gruesa a mi espalda. Se va una molestia para que llegue otra.